sábado, 7 de febrero de 2015

Claustrofobia musical

Sé con exactitud describirte donde estoy, ahora me encuentro en un baño, los azulejos son blancos, se puede ver desde acá la suciedad por el paso del tiempo. Arriba del lavamanos color crema hay un espejo roto, en algunos lugares tiene manchas de óxido, y la suciedad del espejo no me permite ver con exactitud mi reflejo, mi cara que de por sí me resultaba irreconocible.

A la izquierda del espejo hay una ventana no mucho más grande que el resto, la vista es desagradable, un muro gris, desde donde estoy puedo sentir la textura áspera del cemento.

Ni siquiera es posible cerrar la ventana, el frío me está consumiendo, como todo lo de que se encuentra en este lugar, todo se consume de una manera increíblemente rápida.

El olor a desinfectante es repugnante, al principio me provocaba náuseas pero ya empiezo a acostumbrar y eso me asusta.

No quiero salir de este baño. Cuando estoy dentro de este pequeño y claustrofobico baño desaparezco.

"Creo que soy tonto..."

"O quizás solo soy feliz..."

"Creo que soy tonto... Creo que soy tonto... Creo que soy tonto..."

Callate.

Veo como el celular cae y se desarma, me levanto y lo vuelvo a armar rápidamente, creo que tengo que volver.

¿Cuánto tiempo permanecí desaparecida en este baño?

Solo decía... hace semanas que dejé de prestarle atención a las horas.

sábado, 17 de enero de 2015

No estoy soñando

«Estoy soñando.»

—No, no lo estás.

«Sí, lo estoy, estoy soñando, vos estás muerta, es imposible, estoy soñando.»

—Esto no es un sueño, no puedo decirte dónde estás, pero puedo afirmar que no estas en un sueño. Si no, no estarías escuchando y entendiendo con exactitud cada palabra que estoy diciendo; tampoco podrías hablar y controlar tus palabras.

«¿Cómo? ¿Dónde estoy?»

—Dejá de perder mi tiempo, necesito volver rápido, podría decirse que me escapé de donde tendría que estar.

«¿Escapaste? ¿De dónde?»

—De lo que sea que hay después de la muerte. Antes de pasar a lo que hay más allá de lo que hay al principio de todo esto.

«¿Y por qué a mí? Quiero decir, por qué te escapaste para venir a verme. A mí.»

—Porque lo que tengo para contarte sé que te va a interesar, es algo que siempre quisiste saber. Y, antes de morir te debía un favor ¿Te acordas?

«No, no lo estaba diciendo en serio, no me debías nada.»

—Callate. Sí, te lo debía, solo estas diciendo eso porque estoy, bueno, básicamente estoy muerta y mi cuerpo descansa eternamente bajo demasiada tierra sucia.

«Perdón por eso.»

—¿Por contaminar la tierra con los restos de otros fallecidos? Esa no es tu culpa, solo es el horrible punto de vista que tengo aveces, no es que tenga mucho con lo que distraerme estos días.
Pero no por mucho, voy a volver a nacer.

«¿Volver a nacer? ¿Hablas en serio?»

—Lo hago, ahora, no me interrumpas. Como decía, voy a volver a nacer, pero no voy a recordarte, ni a vos, ni a todos los que conocí en esta vida. Voy a tener una nueva imagen. Voy a volver a nacer, crecer y conocer nuevas personas. Nueva vida. Eso es lo que pasa con los que nos vamos. Nos vamos para volver.

«Eso no es, ¿Reencarnación?»

—Así se lo llama, pero acá "arriba" en la nada misma no tiene un nombre, es solo algo que pasa. Nacemos para volver a nacer.

«La reencarnación después de todo sí existe...»

—Sé cuanto te importaba esto, por eso me escapé, para confirmarte que sí existe. Quería empezar una nueva vida y dejar la anterior sin deudas.

«¿Cuándo vas a reencarnar? Me refiero, a la nueva vida.»

—Apenas regrese. Y cuando salga de acá vas a seguir soñando, como siempre, pero esto es real.

«¿Se me va a olvidar? Todo esto, esta conversación.»

—No lo creo, estas cosas no funcionan como los sueños, ya te lo dije, y cierto, me olvidaba, no podes contárselo a nadie. Todo lo que te conté está prohibido para alguien que todavía vive. Aunque no estamos tan cerca de adivinarlo tarde o temprano...

«Te vas...»

—Me voy. Las despedidas son realmente difíciles pero estoy por nacer otra vez.

miércoles, 7 de enero de 2015

Manchas de oscuridad

Miré el techo, era blanco, con apenas algunas manchas de humedad.

Me giré para mirar una de las cuatro paredes, un tono oscuro de gris. Me acordé de humo. Un humo espeso, oscuro y pesado, casi negro.

Giré para la derecha, éste era un amarillo desteñido, como si al principio hubiese sido un amarillo feliz que con el paso del tiempo se fue abandonando a si mismo perdiendo el color.

Volví a girar a la derecha, marrón, en algún momento habría sido un marrón cálido, como una flor en primavera que con la llegada del verano se fue secando hasta morir.

Y por una ultima vez, volví a girar; era negro, como la más fría y aterradora oscuridad, una oscuridad que te invadía sin poder hacer nada para evitarlo.

Giré, giré y volví a girar.

No había puertas.

Estaba encerrada entre estos cuatro colores. Y la oscuridad.

Sobrevalorando el amor

—En la vida solo necesitamos una cosa—. dijo, había levantado un dedo en el aire.

Lo miré. No respondí nada porque sabía que me iba a importar una mierda, sea cuál sea la respuesta. No me sentía bien, me sentía distante, perdida entre los dolores de cabeza, entre las realidades y las cosas que imagino.

—Amor.

Me miró en silencio esperando que responda dándole la razón, esperando mi respuesta, esperando que diga lo que quiere escuchar, que es una persona con pensamientos muy profundos. Con reflexiones muy originales; dependiendo del sabor del té elegido, con frases con tanta personalidad; divididas en saquitos de té.
Cada estado de ánimo impreso en frases y divididos en sabores, las frases de amor generalmente se encontraban en las cajas de té de manzanilla.

—Me tengo que ir—. me levanté del piso de cemento y sin bajar la mirada para comprobar la cara de sorpresa salí caminando de ahí.

Nubes negras y gritos en forma de gotas

Empezó a llover.

En el cielo se podía ver una fina capa de niebla que cubría a las nubes negras juntándose para "gritar" y responder a lo que tanto les gusta.

Ahogarnos.

domingo, 28 de diciembre de 2014

Amnesia colectiva

No recuerdo a qué hora desperté esta mañana. Miré el cielo que estaba cubierto de un color celeste asqueroso, sin nubes, el sol me estaba quemando la piel.
No recuerdo nada de lo que había echo en todo el día, o en toda la noche.
Miré mis brazos buscando rastros, moretones, rasguños, pinchazos de agujas, algo que me ayude a recordar.
Los ojos me dolían, o tal vez eran las ojeras que jamás desaparecían.

¿Había consumido algo?

Pero eso no explicaba como llegué a este bosque.

Mierda.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Dejé de existir

Necesité tres llamadas perdidas para darme cuenta que todo se había acabado.

Y entonces solamente pasó.

No sé cómo le llaman a este tipo de cosas.

Ya estaba empezando a odiar la sensación de cambio brusco.

Después no importó porque dejé de existir.